Me encontraba chequeando una página web desde la cual se podía visualizar eventos culturales; conciertos, obras de teatros, estrenos de películas independientes, presentaciones de danzas, concursos, charlas, y filtrar por ciudad para reservar entradas, cuando noté que en un bar ubicado en el pueblo donde vivía se presentaría “Fucking Intense”.
Se trataba de una banda de rock que había surgido a finales de los 90s y que se caracterizaba por su nombre en inglés, tener letras sexualmente explicitas y tocar de una forma que se sentía y escuchaba bastante tosca y amateur. Más allá de un pequeño y efímero éxito a nivel local entre los jóvenes de su generación, comercialmente hablando nunca trascendieron. Lo último que se supo de ellos es que se habían desintegrado, pero les estoy hablando de que eso ocurrió incluso antes de los 00s; ahora eran un grupo de señores sobre los cincuenta años de edad y que parecían no haber superado esa etapa en la que tuvieron un moderado éxito musical en su pueblo de origen, haciendo que las jóvenes chicas de entonces desnudaran sus pechos y les arrojaran sus bragas húmedas.
La razón por la cual ver el aviso de su presentación me entusiasmaba, es porque cuando era adolescente, tras encontrar una antigua fotografía en la que aparecía mi madre en sus veintes sonriente junto a los miembros de la banda, le pregunté sobre ellos y me confesó que iba a todas sus presentaciones, se embriagaba, bailaba y se la pasaba muy bien, especialmente por el ambiente que se formaba y la química que había entre los que asistían a sus eventos; pero luego conoció a mi padre, y este los detestaba, así que dejó de ir a sus eventos y poco después la banda fue perdiendo fuelle hasta desintegrarse y desaparecer. Ahora que se acercaba su cumpleaños, comprarle entradas me parecía una muy buena propuesta.
Le comenté la idea a mi novia Tatiana y me comentó que era buena idea, pero me advirtió que ni se me ocurriera comprarle a ella una entrada, pues se encontraba en el quinto mes de embarazo y no le apetecía ir a un concierto de rock duro a medianoche en un bar. Tenía toda la razón del mundo, pero era una oportunidad de sorprender a mi madre que no podía dejar pasar, así que no lo pensé mucho y compré dos entradas para mis padres y una para mí, ya que yo tenía curiosidad por conocer aquella banda de la que mi madre me había hablado. Se presentaría el sábado, un día antes del cumpleaños de mi madre. Así que tenía que avisarle antes, pero tampoco quería avisarle con mucha antelación, se lo diría el mismo sábado.
El día llegó y fui a visitarla a su casa, lo cual le sorprendió.
—Juan, hijo —dijo—. Mi vida, me alegra que hayas venido a visitarnos, pero me extraña.
—Sí, mamá —dije—. Es que tengo algo que decirte.
—Qué, qué —dijo—. Qué cosa, hijo, dime, no me pongas nerviosa.
—Tranquila, mamá —dije—. No es nada malo, al contrario. He venido a darte tu regalo de cumpleaños.
—¿Mi regalo de cumpleaños? —dijo sorprendida—. Ay, hijo, muchas gracias. ¿Y qué será?, ¿Por qué no has podido esperar a mañana?
—Porque el evento es hoy —dije.
—¿Qué evento? —preguntó intrigada.
—Fucking Intense —dije.
Me miró descolocada.
—La banda Fucking Intense —dije—. ¿La recuerdas? Pues tocaran hoy en la noche en el Solsticio Bar, y he comprado entradas para nosotros.
—No te lo puedo creer —dijo—, pero cómo es posible.
—También me sorprendí al enterarme, y supe que era el regalo perfecto para tu cumpleaños —dije.
De la emoción mi madre comenzó a saltar de un pie a otro, me abrazó y me dio un besote en la mejilla.
—Tu padre no se puede enterar —dijo.
—¡¿Qué?! —exclamé sorprendido—. Pero si también le he comprado una entrada a él.
—Pues tírala, devuélvela y que te regresen el dinero, o regálala, no sé, tu verás —dijo—, pero tu padre no solo no puede venir con nosotros, sino que no se debe enterar de que iremos a verlos.
—Pero, pero… porqué, porqué, mamá, porqué —dije.
—¡Los odia! —dijo—. Con toda su alma…. Aaaaaaahhh, estoy emocionada.
—Bueno, entonces qué le vas a decir —pregunté—. El evento es esta noche. Necesitas una excusa para ausentarte.
—No te preocupes —dijo—. Le diré que saldré con Aurelia.
—¿Le dirás que saldrás con Aurelia toda la noche? —dije cuestionando su coartada. No me parecía sólida, aunque tampoco entendía por qué tanta cosa por mantenerlo en secreto.
—Sí —dijo—. Tú quédate tranquilo, funcionará.
—Bueno, está bien —dije—. Entonces ponte guapa, que en la noche paso por ti.
—Ya verás… —dijo—, ya verás…
Me fui hacer unas compras que tenía pendiente y luego volví al apartamento con la intención de tomar una siesta.
—¿Cómo te fue? —preguntó Tatiana.
Me acerqué y nos dimos un pico.
—Le encantó —dije—. Está emocionadísima.
—Qué bueno —dijo sonriendo.
—Cómo estás tú —pregunté acariciándole la barriga.
—Ay, no puedo parar de comer —dijo—. Me he tragado todas las fresas.
—He comprado más —dije sonriendo.
—Eres un amor —dijo.
Le di una nalgada.
—Voy a tomar una siesta —dije. Me acosté en la cama y me quedé dormido.
Tres horas después Tatiana me despertó con una mamada.
—¿Y esta sorpresa? —dije tan complacido como sorprendido, no habíamos tenido nada de sexo en semanas.
—No pienso dejarte ir por ahí toda la noche con los huevos llenos —dijo. Sugggggg…. Sgggg… sgggg…
—Mmmmm… —suspiré—. Ay, Tatiana —dije—. Iré con mi madre.
—Lo sé —dijo—. No es por ella. Sugggggg…. Sgggg… sgggg…
—Ve acá —dije levantándome y subiéndome sobre ella.
Le quité las enormes panties que estaba usando y le abrí bien las piernas.
—Mmmmm… vaya que estás excitada —dije.
La toqué abajo, estaba húmeda, chorreaba de más desde que quedó embarazada. Se la metí. Plop, plop, plop, plop…
—Ah… aaah… ahh… —gimió durante unos tres minutos.
Le saqué la polla y me corrí sobre su panza.
—Eso estuvo intenso —me dijo.
—Sabes bien que no hemos hecho nada en un buen rato —dije.
—Lo sé —respondió—, ¿pero acaso no te la has jalado o algo en todo este tiempo?
—No —dije—. Sabes que no me gusta mirar porno, y por caliente que esté, sin estímulos es difícil.
—Voy a tener que comenzar a usar lencería para embarazadas para andar por casa a ver si así te provoca —dijo.
—¿Eso existe? —pregunté.
—Claro que existe —dijo.
—De igual forma —dije—, no es que no se me antoje. Es que a ti no te provoca.
—Ay, Juan —dijo—. Lo lamento.
—No te preocupes —dije—, te entiendo. Puedo aguantar cuatro meses.
—Lo sé, amor, lo sé —dijo—, lo decía con la intención de que por lo menos te masturbaras. ¿No te gustaría jalártela mientras me ves modelarte una lencería sexy?
—Sí que podría… —dije—, pero luego ya no sé si me aguante. Ya estando en eso creo que pasaría lo mismo que ahora.
—Bueno, me ha gustado —dijo—, ha sido intenso, pero se siente raro con la barriga.
—Bueno, bueno —dije—. Luego hablamos de eso, ahora me voy a dar una ducha que se me hace la hora.
Me puse una camisa y sobre ella una chaqueta, me engominé el cabello y me fui en busca de mi madre.
—Estoy en la esquina —le escribí.
—Salgo enseguida —respondió.
La vi caminar hasta acercarse. Venía bien arreglada, se había alisado el cabello, pero vestía como una señora, usando pantalón holgado y una blusa de botones, además traía consigo un bolso que se veía abultado. Se subió en la parte trasera del coche.
—Hola —dijo.
—Qué pasa —dije—, porqué te has subido atrás.
—No mires —dijo—, me voy a cambiar.
—Cómo que a cambiar —pregunté.
—¿Acaso crees que voy a ir así vestida a una presentación de Fucking Intense? —dijo—. Estás loco.
Por el retrovisor miré que se comenzó a desabotonar la blusa. Miró hacia el frente y encontró mi mirada en el espejo.
—No mires —dijo sonriendo y luego volvió a lo suyo, desabotonándose la blusa desesperadamente—. Que sí miras me verás las tetas.
¿Se iba a quitar el brassier? Mirarle los senos no era mi intención, pero esa declaración no hizo sino que viera por el retrovisor con aún más curiosidad. Se zafó la blusa y luego el brassier, pude verle entonces sus tetas, las tenía un poco blandas, pero se mantenían en su lugar. Mi mirada se fue a sus pezones, los tenía grandes y oscuros.
—Joder… —pensé—, pero que buenas tetas tiene mi madre.
Rápidamente se puso una franelilla de color negro sin nada abajo, luego se levantó y se bajó el pantalón. En ese momento preferí dejar de mirar.
—Listo —dijo—, ya está.
Salió del coche y se pasó para la el asiento de adelante. Se había puesto un jean y colocado la franelilla por dentro, lo que hacía que se tensara y se le marcaran los pezones.
—Bueno, qué esperas, vamos —dijo.
—¿Qué ha sido eso? —dije.
—Pues nada… —dijo—, me he cambiado. No cumplo los cincuenta sino hasta mañana. No pienso ir como una vieja.
Sonreí y puse el coche en marcha. Al llegar estacioné a unos metros del bar, junto a la acera. Al bajarnos del coche pude observarla mejor, de altura mi madre a penas me llegaba por los hombros, tenía el clásico cuerpo de madre; caderas anchas, piernas voluminosas, un poco de grasa acumulada en la panza y en los brazos, además los jeans que se había puesto le hacían un culo estupendo en forma de durazno. Siempre había sido consciente de que mi madre era de buen ver, pero ese día lucía especialmente atractiva.
—Vamos —dijo cogiéndome del brazo cariñosamente, quien nos viera pensaría que hacíamos pareja.
Me encontraba feliz de poder brindarle esta experiencia. El vigilante nos dejó pasar, y tal como me había parecido a mí, noté que nos miró como pensando que yo era el clásico joven que sale con maduras buenorras, o viceversa. Finalmente entramos al bar, era un desierto. El lugar estaba vacío, un par de parejas de mediana edad se encontraban ocupando un par de las tantas mesas que poblaban el salón principal, en la barra había un hombre gordo al cual se le notaba que su noche había empezado ya hace rato, y unos taburetes más allá se hallaba un sujeto al que le calculaba unos cincuenta y tantos. En el fondo del salón, sobre el pequeño escenario, se encontraban cuatro hombres de mediana edad a los que pude identificar como los miembros de la banda, esto a pesar de que vestían de forma casual y no como los excesivos miembros de una banda de rock; no habían jeans ajustados, no había pañoletas, no había ropa de cuero, ninguno llevaba vestimenta del sexo opuesto, al contrario, todos llevaban sus camisas puestas y vestían de forma relajada. Miré a mi madre y la noté algo desubicada, parecía que no era lo que ella esperaba.
—¿Nos sentamos? —le dije.
Asintió con la cabeza y me siguió. Nos sentamos en una de las primeras mesas que nos topamos, en una de las que se encontraban más lejos del escenario.
—¿Qué ocurre? —le digo.
—Nada… —respondió—. Solo que esperaba otro ambiente, esto está bastante apagado.
Un camarero se nos acercó.
—¿Desean algo de beber?
—Unas cervezas —dije.
—Enseguida —dijo y se retiró.
—Bueno, está algo muerto el lugar —dije—, pero podemos aprovechar para charlar un poco.
—Eran otros tiempos —dijo—. En aquellos años se corría la voz y las chicas nos volvíamos locas. Los integrantes de la banda eran los más atractivos del pueblo. En un lugar tan pequeño como este nunca había nada que hacer, era un plan increíble ir a sus presentaciones, que casi siempre eran en algún lugar abandonado, en el lago o en algún aparcadero vacío. No eran conciertos como tal, sino más bien fiestas y reuniones de jóvenes en las que se sabía que se iban a presentar.
—Debían pasárselo muy bien —dije.
—Era fantástico —dijo—. Bebíamos y bailábamos todo tipo de música, las reuniones casi siempre empezaban en las tardes y terminaban en la noche. No era como ahora que todo lo hacen de madrugada. No podía volver a casa tan tarde.
En ese momento el mesonero regreso con dos tarros de vidrio que puso frente a nosotros, y vació una botella de espumosa cerveza en cada uno.
—Buenas noches a los presentes —dijo uno de los integrantes de la banda, parecía ser el vocalista—. Muchas gracias por asistir. Comenzaremos con uno de nuestros temas más populares, a ver si alguien lo recuerda.
El baterista comenzó a tocar los platillos y rápidamente lo siguió la guitarra. Cuando el vocalista comenzó a cantar mi madre y yo nos miramos.
—Esta canción se llama “Revuelta” —dijo mi madre—. Pero santo dios, envejecieron fatal. No solo físicamente, jaja.
Ambos sonreímos y tomamos un trago de nuestras cervezas. Fueron pasando algunos minutos y la banda fue tocando sus temas, mientras tanto nosotros charlábamos y nos íbamos emborrachando de a poco mientras escuchábamos las anécdotas del otro y nos reíamos principalmente de las canciones originales de la banda con sus letras explicitas.
—No me has dicho por qué mis padre los odia —dije—. No me ha parecido que le disguste ningún tipo de música.
—Jaja… no es sobre eso —dijo.
—Entonces… —dije—, de qué se trata.
—¿De verdad quieres saber? —dijo.
—Claro… —dije—. ¿Es que acaso saliste con uno de ellos?
Mi madre sonrió y tomó un trago.
—Se las chupé —dijo seca y decididamente.
Me le quedé mirando incrédulamente.
—Ujummm… a los cuatro —dijo.
Su confesión me había dejado sin palabras, no es que la estuviera juzgando, sino que no me lo esperaba, me dejaba perplejo que mi madre les hubiese chupado la polla a todos los miembros de una banda.
—Lo siento, cariño —dijo—. Es así. Era muy atrevida antes de conocer a tu padre. Él no sabe esto que te acabo de decir, por supuesto.
—Tranquila —le dije—, que por mí no lo sabrá.
De pronto el lugar comenzó a llenarse, entró un grupo de jóvenes bulliciosos, chicas y chicos, eran tantos que hasta la banda paró de tocar para ver sí ocurría algo.
—¡Vaaaaamoooos! —gritó uno llevando sus manos a la boca para amplificar su voz.
Los miembros de la banda se miraron entre sí y de pronto volvieron a comenzar a tocar el mismo tema del principio. Nananananana nananananan nanana…
—Es idea mía o ahora suenan mejor —dije sonriendo.
Mi madre sonrió.
—Ven —dijo sonriendo y poniéndose de pie—, vamos.
Los jóvenes bailaban y gritaban entusiasmados mientras que la banda lo daba todo, así fueron un par de canciones. La música ahora sí se escuchaba fuerte, e invadía todo el lugar. El vocalista se rasgó la camisa en un momento de euforia.
—Esto es otra cosa —le dije.
—Sí, sí —dijo entusiasmada.
Nos encontramos de pie entre los jóvenes. Mi madre me daba la espalda, yo me encontraba atrás, bastante cerca, algo que hacía que cada tanto se terminase juntando su culo a mi pelvis involuntariamente; al principio intenté evitarlo apartándome un poco, pero como de todas maneras continuó pasando, terminé dejándome llevar e hice como si no pasara nada por apoyarle el bulto en la cola, dado el contexto y la embriaguez me pareció aceptable hacerlo, era como una pequeña travesura de la cual ella también se fue haciendo cómplice.
Una señora más o menos de la misma edad de mi madre, una de las que ya estaban en el lugar cuando habíamos llegado, se quitó la camisa, exponiendo sus pechos grandes y tan llenos de pecas como la noche de estrellas, lo que hizo que algunos de los jóvenes se volviesen completamente locos.
—Wooooooooow —gritó mi madre alzando su tarro de cerveza.
Me estaba dejando sorprendido, nunca la había visto así.
—Seguramente era una de las que venía en aquellos años —dijo mi madre—. Eso pasaba todo el tiempo.
—Pues que buenas tetas tiene para su edad —dije.
—Pues…. sinceramente creo que las mías están mejor —dijo sonriendo.
La miré sin saber qué decirle.
—Tranquilo —dijo sonriendo—. No voy hacer una locura.
Sonreí y tomé un trago.
—A menos claro que no me creas y quieras comprobarlo tú mismo —dijo mirándome fijamente—. ¿Quieres?
Ninguna palabra salía de mi boca, pero yo estaba caliente y ella lo podía notar.
—No me puedo ir sin mostrarle mis pechos a alguien —dijo riendo.
Le miré las tetas, tenía los pezones marcadísimos en la franelilla. Luego la miré a los ojos sin poder admitir que quería volver a ver aquellos gruesos pezones oscuros.
—Pues… sí que me gustaría —dije.
—Vamos… —dijo decididamente.
Inmediatamente comenzamos a caminar entre la gente en dirección al baño. Se encontraban muy bien aseados, y nos metimos a uno de sus cubículos y se sacó la franelilla de un golpe, dejando expuestas ambas tetas.
—Y bien… —dijo llevando ambas manos a sus caderas—. ¿Qué te parecen?
—Pues…
—Como te atrevas a decirme que las tengo caídas te mato —dijo.
—Joder, mamá, tienes las mejores tetas que he visto en mi vida.
Tras decirle eso me besó desesperada. Noté que le estaba costando alcanzar mi boca así que me dejé llevar y tomé la iniciativa, la besé yo a ella. Se sentía raro, como si me besase a mí mismo, pero poco a poco me fui acostumbrando a la sensación, y entonces me comenzó a gustar bastante. Dejamos de pensar y se volvió puro instinto.
Me senté en el retrete para hacerlo más cómodo, y ella se subió sobre mí. Nos estábamos devorando la boca el uno al otro como si no fuéramos madre e hijo. Sentía sus tetas en mi pecho y mis manos no podían dejar de sujetarle el culo. Nos besamos de todas las formas posibles, picos, lamidas, le metía la lengua en la boca yo, me metía la lengua en la boca ella, besos con poca saliva, besos con más saliva, besos cortos, besos largos, besos con la boca bien abierta como si nos quisiéramos devorar el uno al otro. Me generaba un morbo increíble comerle la boca mientras mis manos sujetaban su culo con propiedad.
Después de pasar un largo e intenso rato comiéndonos a besos finalmente tomamos un respiro. Estando aun ella sobre mí nos vimos por un momento a los ojos y fue imposible no asumir lo que estábamos haciendo, ya no podíamos desviar más esos pensamientos, nos habíamos estado besando de forma frenética sin hacer contacto visual, tal vez tratando de ignorar el hecho de que éramos madre e hijo. Era como si estuviéramos caminando hacia el incesto sin querer admitir que lo estábamos haciendo, pues hacia allá era donde nos dirigíamos; como si implícitamente hubiésemos pactado obviar que nos conocíamos de toda la vida, teníamos que hacerlo si queríamos consumar el deseo sexual que se había avivado durante una noche que para ambos había sido inesperadamente íntima y en la que de alguna forma habíamos tenido otro tipo de conexión, habíamos visto una cara del otro que hasta entonces no sabíamos ni que podía existir, de cierta forma se sentía como si fuéramos extraños que se estaban conociendo y que se habían gustado.
Se levantó y respiró profundo.
—Bueno ya… —dijo tras inhalar y exhalar—. Ya está…
Me miró y yo a ella. Se encontraba de pie frente a mí. Yo sentía que había quedado a medias, que hacía falta un final; era como haber parado de comer después del primer bocado y dejar al estómago desconcertado y mirando hacia los lados.
—Besas muy rico —dijo mirándome fijamente aun con la respiración alterada—. En otra época… ufff… mmm… yo solía hacer mucho más.
No dije nada, la miré y algo me hizo entender que lo que tenía frente a mí no era el cuerpo de mi madre, sino el de una hembra que pedía sexo a gritos, después de todo ya habían pasado veinticinco años desde que me había amamantado.
—Al carajo con todo… —pensé—. Me la follo, me la follo. No me importa nada.
Agarré sus jeans con fuerza y tiré de ellos como si intentara quitárselos a la fuerza, el botón salió disparado, rebotando y luego desplazándose fuera del cubículo por la rendija de abajo, la cremallera se abrió y sus muslos fueron quedando descubiertos al tiempo que una leve capa de vello se iba asomando. ¡No llevaba nada puesto debajo de los jeans!
Rodeando sus piernas le comencé a amasar el culo. Ella se emocionó, no pude resistirme y llevé mi rostro entre sus piernas mientras mis manos estrujaban sus nalgas, olí su coño pasando mi nariz por todo su vello púbico y perdí la razón, el olor de su coño suplicaba que la follase.
—Mmmm… ahhh… —gimió ella.
Le había metido la lengua en el coño.
—Mmmmm… joder… joder… —dijo—, que rico…
Le estuve comiendo el coño durante algunos minutos en los cuales solo se escuchaban sus suspiros, la banda sonando al fondo y los gritos de esos jóvenes excitados por las tetas de aquella señora.
—Ya —dijo—. Ponte de pie
Paré de comerle el coño y me levanté. Me dolían las rodillas por haber estado agachado tanto rato.
—Sácatela —dijo.
Me quedé inmóvil por un segundo, estaba tomando aire.
—Vamos, sácatela, sácatela —dijo desesperada zafándome el cinturón.
Me bajó el bóxer y mi polla se mostró erecta bajo una fuerte capa de pelos. La contempló durante un breve momento y luego la tomó en su mano.
—¿Te gustaría que te la chupe? —dijo acercándose a mí, casi susurrándomelo al odio.
Yo asentí con la cabeza, no me salían las palabras de la boca. Entonces mi madre se agachó y conocí la gloria.
—Ohhhh —suspiré.
Me estaba lamiendo los huevos, pasaba su lengua por todos mis testículos y luego alcanzó con su boca la parte justa en donde comenzaba el tronco del miembro e hizo algo que era como un beso y una chupada a la vez, tirando de la piel suavemente con sus dientes mientras que sus labios me besaba el tallo. Seguido a eso me lamió todo el pene como si fuera una paleta, de abajo a arriba hasta llegar a la punta, donde abrió la boca tanto como pudo y comenzó a devorarlo, se la comió entera. Sggggggggggggggggg….
—Mmmmmm… que rico —pensé. Imaginé que seguramente los miembros de la banda se turnaban en espacios como este para recibir una mamada de mi madre.
Sgggggg… sggggg… sggggggg… Se estaba tragando mi verga con una habilidad que yo desconocía que podía existir. Me la habían chupado antes, Tatiana lo hacía todo el tiempo, pero mi madre tenía la experiencia de una puta con mucho oficio. Era una autentica chupa pollas.
—Me voy a correr —dije.
Al escucharme decir eso se la sacó dándome una lamida en el glande. Se puso de pie limpiándose la boca con los nudillos de los dedos.
—¿Me vas a coger? —dijo—. ¿Te animas a follar con tu madre?
—Joder… —pensé—, va con todo. La forma en la que ella había pronunciado aquellas palabras me dejaba ver que el que fuéramos madre e hijo no solo se la sudaba, sino que le ponía un montón.
Le miré nuevamente las tetas, se me hacían las más sexys del mundo y eso se me notaba en la cara. Ella sonrió. Le comencé a chupar sus duros pezones.
—Métemela, Juan —dijo—, anda métemela.
La tomé de la cintura y besándola la puse contra la esquina del cubículo.
—Voltéate —le dije.
Me obedeció y dándose la vuelta me alzó sus nalgas. No pude aguantarme y la nalgueé fuertemente haciéndole sonar, y le gustó. Tasss… tasss… tasss… tasss… Le continué dando nalgadas y ella no hacía sino gemir, suspirar y alzar aún más el culo, lo tenía hermoso, maduro y con buena forma. Le separé las nalgas y no sé muy bien porqué lo hice, pero le escupí el ano.
Me sujeté la polla y se la fui acomodando en el coño. Me miró y yo a ella, y fuimos cómplices los dos de esa penetración que selló ese doble pecado que era para ambos la infidelidad y el incesto.
Mi madre tenía las nalgas sudorosas. Plab… Plab… Plab… plab… Sonaba mientras se la estaba encajando. Ella no paraba de gemir, se mordía los labios y se le sonrojaban las mejillas.
Así me la estuve follando algunos minutos contra la esquina de aquel cubilo como si fuese a tumbar aquel espacio, hasta que me fui quedando sin fuerzas y comencé a disminuir mis embestidas.
—Me voy a correr —le dije sacándole la verga para evitar correrme en su coño. Aún tan excitado como estaba sentí que al menos debía respetar eso.
—Siéntate —dijo—. Siéntate.
Le hice caso y me senté en el retrete nuevamente, cuando vi que se iba poner de espaldas sobre mí me sujeté la polla para que se mantuviera derecha y ella se sentó encima, encajándosela. Si ella quería seguir follando entonces yo haría un esfuerzo por aguantar un poco más.
—Hazlo suave —dije.
Me quedaban al alcance sus tetas y se las sujeté. Con una mano se tiró todo el cabello hacia un lado y yo le comencé a besar la espalda a la altura de los hombros mientras ella se meneaba en mi polla lentamente.
—Que buena polla tienes —dijo—. ¿Te lo ha dicho Tatiana?
Comenzó a dar sentones. Tasss… tass… tass… Descansé mi espalda en la pared mientras pasaba mis manos por toda su espalda.
—No aguanto más —le dije—. Quítate que me corro.
—Adentro —dijo—. Hazlo adentro que no pasa nada.
La abracé aferrándome a sus tetas, apoyando mi rostro en su espalda e inconteniblemente disparé toda mi leche.
—Aaah… aaah… ah… —suspiré tras acabar recostando mi espalda nuevamente en la pared.
Ella también se tumbó hacia atrás, recostándose en mi pecho.
—Joder… mamá… —dije tras suspirar—. ¿Qué hacemos ahora?, ¿nos vamos?
Aún tenía la polla adentro.
—Llévame a un hotel —dijo.
No esperaba que dijera eso.
—¿A un hotel? —dije—. ¿Segura?
—Sí —dijo—. No puedo volver a la casa así.
No podía simplemente dejarla en un hotel y volver al apartamento, así que di por hecho que tendría que pasar la noche con ella.
—Está bien —dije–, vamos, vamos.
Se vistió como pudo y yo igual. Salimos del bar entre el bullicio y caminamos unos metros por la solitaria y fría calle hasta llegar al coche.
—Me he follado a mi madre —pensé mientras conducía.
Voltee a verla, se encontraba ajustando el asiento un poco hacia atrás y luego montó sus pies descalzos sobre el tablero.
—Joder… pero es que ella también se ha puesto cachondísima —pensé—. Se nota que aún quiere más, por eso ha querido ir a un hotel, quiere que me la folle como es. Privacidad, una cama grande, echamos un polvo y luego a dormir. Sentía que era inevitable que eso pasara, podía verme despertando al mediodía con mi madre acostada desnuda a mi lado, y su teléfono y el mío saturado de mensajes de mi padre y Tatiana. ¿Cómo explicaríamos que nos desaparecimos?
Al llegar a la recepción del hotel me atendió un sujeto algo más joven que yo.
—¿Desea una habitación doble estándar? —preguntó.
—Sí —dije. Sentí que era completamente ridículo pedir habitaciones separadas solo para disimular.
—¿Desea una cama doble o separada?
Voltee a mirarla e hicimos contacto visual. La miré dudando, pero ella estaba decidida.
—Cama doble —dijo ella.
El recepcionista extendió entonces una tarjeta indicándonos el número de la habitación. La tomamos y nos fuimos.
—No te veo muy seguro —dijo ella—. ¿Acaso no quieres dormir conmigo?
La miré a los ojos, llevé mi mano a su trasero y lo sujeté con firmeza.
—No quería ser tan evidente —dije.
Ella sonrió.
—Ay, Juan —dijo—. A los únicos que podría importarle lo que estemos haciendo aquí es a tu padre y a Tatiana. Olvídate de todos, esta noche solo somos nosotros dos.
Entramos a la habitación y ella inmediatamente comenzó a desvestirse y se acostó desnuda en la cama.
—Soy toda tuya —dijo mirándome fijamente con una sonrisa en su rostro. Se veía despampanante apoyada sobre sus codos, exponiendo sus contundentes y maduros senos.
—Dame un momento —dije entrando al baño.
Me lavé el rostro y me quité la ropa. Comencé a dialogar conmigo mismo. Me estaba muriendo por follar con ella otra vez, pero me costaba ser infiel, y más aún, me costaba admitir que era mi madre a quien me quería follar.
—Joder, es verdad… —pensé—. Es mi madre, pero como me pone la muy puta, no hay forma de que me resista.
Salí desnudo del baño con mi polla apuntando hacia arriba, pero me lo había pensado mucho y me llevé una sorpresa al ver que yacía dormida.
—Mamá… —dije a ver si reaccionaba, pero no lo hizo.
No me quedó de otra que comenzármela a jalar admirando su cuerpo; sus labios, sus tetas, sus pezones, su coño y sus piernas, inmortalizando su cuerpo en mi memoria. Acabé en el piso y luego me acosté a su lado. Nos cubrí a ambos con la cobija, la abracé y me quedé dormido.
Al día siguiente despertamos, y como lo había previsto tenía algunos mensajes y varias llamadas perdidas de Tatiana. Mi madre no mencionó que tuviera mensajes de mi padre, aunque supuse que seguramente los tendría. Ella entró al baño a tomar una ducha y yo fui al coche por la ropa que se había dejado. Al salir ella de la ducha se la entregué y tomé luego una ducha yo, evitando mojarme el cabello.
Llevé a mi madre hasta el mismo lugar donde la había pasado a buscar y luego me fui al apartamento. Le dije a Tatiana que mi madre conocía a los miembros de la banda y que nos invitaron tomar algo después del concierto en la residencia de uno de ellos, y que después de eso estaba muy ebrio para conducir y pasé la noche en el sofá. Pareció aceptar mi historia con normalidad y en la tarde fuimos a la casa de mis padres para celebrar el cumpleaños número cincuenta de mi madre.
Mientras cenábamos tuvimos una mirada cómplice con la que nos hicimos saber que habíamos salido airosos y que lo que había pasado era un secreto de madre e hijo.

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